Con una forma que lo hace parecer un pez, el páncreas es una glándula que se encuentra detrás del estómago y que cumple dos funciones: liberar enzimas que colaboran en la digestión y en la absorción de nutrientes, y producir hormonas como la insulina, que procesa el azúcar de los alimentos.
Su ubicación, según comenta el Dr. Butte, puede considerarse anatómicamente inconveniente cuando en este órgano se desarrolla un cáncer. “Está rodeado por vasos sanguíneos vitales, como la vena cava, los vasos mesentéricos y la arteria aorta, lo que por definición implica un obstáculo para el tratamiento”, menciona.
Las señales que alertan sobre un posible tumor pancreático son múltiples: color amarillo en la piel y en los ojos (ictericia), dolor abdominal que se extiende hacia la espalda, náuseas, vómitos, hinchazón, distensión del abdomen, pérdida del apetito, reducción de peso inexplicable, cansancio frecuente y deposiciones blancas.
Cualquiera de estos síntomas requiere una evaluación inmediata, según recomienda el especialista, quien destaca que el acceso a imágenes de mayor calidad ha llevado a aumentar los diagnósticos de esta patología. Pero ese incremento también se explica por “la acumulación de factores de riesgo”, afirma el Dr. Butte.
Las causas del cáncer de páncreas que se han identificado son diversas y entre ella se cuentan la obesidad, el tabaquismo, la edad (habitualmente afecta a la población mayor de 60 años), los antecedentes familiares de ese tumor o de melanoma, o de síndromes como el de Lynch, y la diabetes.
“Hay un factor muy importante sobre el que siempre hemos advertido y que no se ha tomado en cuenta lo suficiente: quienes han sido diagnosticados en forma aguda de diabetes o de una descompensación de la glicemia necesitan un estudio del páncreas, porque ambas son posibles manifestaciones precoces de cáncer. Hemos tratado en FALP a pacientes diabéticos a los que se les ha prescrito metformina por un año, sin someterlos a exámenes específicos, y al cabo de ese tiempo presentan un tumor avanzado en el páncreas. Hay situaciones en las cuales se puede realizar la detección precoz”, sostiene.
Los tratamientos para el cáncer de páncreas dependen de la etapa de la enfermedad —que se propaga con rapidez a otros órganos— y lo usual es que involucren quimioterapia y cirugía, o viceversa, y también radioterapia.
“Es raro que un paciente sea tratado sólo con un método”, explica el Dr. Butte. Agrega que, en la actualidad, se administran en FALP terapias combinadas y personalizadas, y que esas opciones han llevado a que una mayor cantidad de pacientes queden en condiciones de ser sometidos a una operación para extirpar el tumor, el que puede desarrollarse en la cabeza, el cuerpo o la cola de la glándula.
“Como se trata de una patología compleja, los procedimientos deben ser realizados en un centro oncológico. Ha sido demostrado por estudios que los resultados son más favorables en recintos especializados donde hay cirujanos entrenados que de manera habitual realizan cirugías abdominales y que están capacitados, por ejemplo, para llevar adelante una reconstrucción del tracto gastrointestinal, como ocurre cuando se realiza una pancreatoduodenectomía”, finaliza el Dr. Butte.