Cáncer de tiroides: una enfermedad al alza

El próximo 25 de mayo se conmemora el Día Mundial de esta glándula. Los tumores malignos que la afectan son mucho más frecuentes en mujeres y generalmente tienen buen pronóstico.

Dr. David Cohn, jefe del Equipo de Cabeza y Cuello del Instituto Oncológico FALP.

Para mucha gente, la tiroides ocupa un lugar imaginario en el cuello, que suele encontrarse en cualquier parte menos donde se ubica realmente. Es muy común que cuando alguien cree tener algún problema de salud relacionado con ella, comience a palparse, por ejemplo, debajo de las orejas. Sin embargo, esta glándula con forma de mariposa se encuentra en la zona inferior del cuello, delante de la tráquea.
Ahí es donde se deben buscar bultos en la tiroides. Y encontrarse con uno –ya sea que lo detecte uno mismo, el médico o un examen–, no sería algo tan extraordinario, puesto que son frecuentes, especialmente en las mujeres. Lo aconsejable si eso sucede es mantener la calma, debido a dos razones. Una es que, del total de nódulos detectados, sólo cerca del 10% corresponde a un cáncer; la segunda, que el cáncer de tiroides tiene un muy buen pronóstico, con tasas de curación superiores al 95% cuando se encuentra localizado. Con esos antecedentes sobre la mesa, hay una realidad a la que sí se debe estar atento: el número de tumores malignos de tiroides ha crecido de manera importante.


“Se habla de un 500% de aumento de la enfermedad en las últimas décadas. Esto ha generado también un problema de salud pública, porque incluso existen listas de espera para resolver la enfermedad en los sistemas públicos de salud”, afirma el Dr. David Cohn, jefe del Equipo de Cabeza y Cuello del Instituto Oncológico FALP.

Según dice, este panorama responde a dos factores. Uno es un incremento real de la patología, cuyas causas no están claras. Pero también el hecho de que hay una mayor pesquisa de la enfermedad. Es común que el hallazgo de un nódulo, principal síntoma de un cáncer de tiroides, se produzca a partir de un examen –como una ecografía cervical, scanner, resonancia o PET– indicado por otras causas. Esto explica la detección de más número de cánceres en países de mayores ingresos y con más fácil acceso a la salud. Cuando se detecta el nódulo, se le somete a un análisis dirigido, el que puede incluir una punción si la masa es radiológicamente sospechosa.
“Las estadísticas muestran que, hoy en día, se tratan muchos más pacientes, pero con cánceres pequeños (en etapas iniciales), menores de 1 cm. A pesar del gran aumento de la incidencia, la mortalidad se ha mantenido estable o ha declinado, justamente por este diagnóstico más precoz.Los tipos más frecuentes de cáncer de tiroides son los diferenciados (papilar y folicular), que tienen muy buen pronóstico; les siguen en frecuencia, aunque bastante menor, los medulares, y son cada vez más raros los anaplásicos”, afirma el especialista.
El principal tratamiento es quirúrgico, o sea, la extirpación de la glándula tiroides. En FALP, durante el año 2017, se realizaron más de 400 tiroidectomías indicadas por distintos diagnósticos. “Estimamos que un 40% de ellas fueron por cáncer”, comenta el Dr. Cohn.

El factor genético

De los distintos tipos de cáncer de tiroides, el más común es el papilar –que crece lentamente y puede diseminarse a los ganglios linfáticos–, seguido por los foliculares. Y luego, un 5% a 10% de los casos son de tipo medular, de mayor porcentaje de mortalidad que los anteriores, con posibilidades de presentar metástasis a distancia y predisposición genética heredable.
“Un cuarto de ellos corresponde a una enfermedad familiar que se hereda de forma autosómica dominante, llamada neoplasia endocrina múltiple tipo 2. Por lo tanto, cuando uno enfrenta un cáncer medular de tiroides, es muy importante realizar un estudio genético al paciente para saber si es necesario observar también a su descendencia o familia directa”, explica el Dr. David Cohn.
El especialista detalla que la enfermedad en cuestión obedece a la mutación de un gen llamado RET protooncogene, y que si ésta existe, se debe tomar la decisión de hacer o no tiroidectomías profilácticas en los descendientes: “Esto depende del tipo de mutación que posean, porque hay unas de más riesgo que otras. En las de mayor riesgo, las descendencias positivas deben someterse a la tiroidectomía incluso al año de edad; las de riesgo intermedio, más o menos a los 5 años; y las de menor riesgo tienen que observarse. Había una familia donde operamos a ocho menores de 15 años, donde casi el 30% ya tenía cáncer de tiroides. Y hoy tengo una paciente con cáncer medular de muy bajo riesgo, donde la mamá y un hijo de ella presentan la mutación y se han mantenido con seguimiento ecográfico y medición de calcitonina, que es la hormona que evalúa esta enfermedad”.
En FALP, la Unidad de Asesoramiento Genético Oncológico (AGO) es la encargada de atender a los pacientes susceptibles de someterse a algún estudio si presentan una predisposición hereditaria a un cáncer, como el de tiroides medular.

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO

La ecografía de tiroides es el elemento primordial de diagnóstico de un cáncer. Éste se corrobora también con un estudio citológico, que consiste en una punción con aguja para obtener una muestra, ya sea de los nódulos y/o de los ganglios linfáticos si se consideran sospechosos.
“La punción de los nódulos tiroideos evalúa a los pacientes según una clasificación llamada Bethesda. Consiste en tener una probabilidad estadística

de que esta punción nos oriente a la posibilidad de un cáncer”, aclara el Dr. David Cohn. Según explica, hay 6 niveles:
I.  La muestra no arroja resultados.
II. Hay una lesión y es benigna.
III. Existe un riesgo de 5% a 15%
de que se trate de un cáncer.
IV. Existe un riesgo de 15% a 30%
de que se trate de un cáncer.
V. Existe un riesgo de 60% a 75% de que se trate de un cáncer.

VI. Existe un riesgo de 97% a 99%
de que se trate de un cáncer.

A partir del nivel IV se indica cirugía, que es el tratamiento básico. “La tiroidectomía se complementa con la aplicación de radioyodo cuando los cánceres son mayores a 1 cm o con subtipos histológicos más agresivos, con compromiso ganglionar, linfovascular o extratiroideo”, finaliza el especialista.

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