Cáncer en jóvenes: un desafío diferente

Minimizar inicialmente la enfermedad, intentar darle un sentido y síntomas de ansiedad e irritabilidad que pueden emerger frente a los tratamientos, son algunas reacciones características de cáncer en jóvenes y adolescentes. A través de distintas estrategias, la Unidad de Medicina Integrativa de FALP brinda el soporte que ellos y sus familias requieren.

Lo frecuente es que un diagnóstico de cáncer lo reciba una persona mayor. De hecho, la edad es un factor de riesgo para desarrollar la enfermedad, que suele presentarse ya en la sexta década de vida. Pero, ¿qué pasa cuando a un adolescente o joven se le da esa misma noticia?

Damián Enríquez, psicólogo clínico de FALP.

La reacción, dice Damián Enríquez, psicólogo clínico de FALP, va a depender de cómo la patología y el tratamiento afecten su vida, tanto en la forma en que se mira a sí mismo, como en sus actividades cotidianas: “Inicialmente, puede presentar cierto estilo de minimización de la enfermedad, pensar que las cosas van a salir bien o buscarle cierto sentido. Pero cuando empiezan a presentarse síntomas que afectan su rutina, pueden aparecer cierta ansiedad y sintomatología depresiva que muchas veces se expresa, más que en tristeza, en irritabilidad y una actitud oposicionista frente a los tratamientos. También conductas más regresivas que se dan en base a la necesidad de estar con los padres y requerir su cuidado al verse más vulnerables, lo que genera conflicto porque en la adolescencia se busca cierta independencia, que es justamente lo contrario” El especialista detalla que al hablar de adolescentes, se está considerando a pacientes de alrededor de 15 a 19 años, y que para los jóvenes se extiende la edad hasta los 28 o 29 años, “cuando todavía cumplen condiciones como cierta dependencia económica y funcional de los padres, ya sea por motivos de estudio, cesantía, etcétera”.

Los cánceres más frecuentes en este grupo de pacientes incluyen tiroides, testículo, linfomas, leucemia y mama. “Desde los 15 años hay un aumento significativo de lo relacionado con ciertos carcinomas, especialmente tiroides; luego, alrededor de los 20 años el cáncer de testículo se va haciendo más presente; de los 25 años en adelante empieza a haber un aumento de cáncer de mama; y leucemia y linfomas van manteniendo un número importante, similar a lo que se ve en el contexto pediátrico”, explica Enríquez.
Según comenta, la enfermedad y su tratamiento a esa edad llegan a afectar procesos relacionados con la conformación de la identidad, mediada por su percepción de la imagen corporal, su autoestima y el desarrollo de relaciones sociales. El diagnóstico también hace que deban dirigir su atención a temas relacionados con la sexualidad y fertilidad: “En general es un tema que no conversan mucho, surgiendo las dudas después de haber iniciado el tratamiento, como si pueden tener o no relaciones sexuales, de qué manera, si pueden usar preservativos o métodos anticonceptivos, o si estos últimos son afectados por ciertos tratamientos. También si podrán tener hijos, porque algunas terapias pueden afectar la fertilidad. Son pacientes que quizás no están pensando en tener hijos ahora, pero sí en el futuro, y otros que están en vía de ese proceso. Es importante abordar estas dudas y no pasar por alto estos otros aspectos, que son significativos”.

MÁS QUE APOYO PSICOLÓGICO

En FALP, la Unidad de Medicina Integrativa (UMI) se encarga de apoyar emocionalmente a los pacientes que comienzan un tratamiento oncológico. Además del trabajo realizado por psicólogos, psiquiatras y arteterapeutas, ofrece terapias complementarias –yoga, terapia de flor estilo Okada, terapia depurativa estilo Okada, reiki, pilates– y la orientación de un asistente social.
“El soporte se inicia con la evaluación de un psicólogo y, de acuerdo a la sintomatología y necesidades del paciente y la familia, se abordan intervenciones estratégicas desde ahí. Si, por ejemplo, se presentan ciertos niveles de angustia o temores ante el tratamiento, se pueden derivar a ciertas terapias complementarias como terapia depurativa; cuando existe sintomatología ansiosa o depresiva más compleja, abordamos desde psiquiatría. Lo importante es que no lo tratamos de manera aislada”, afirma Damián Enríquez.
En ese sentido, si por ejemplo se quiere facilitar la expresión emocional de los pacientes y el reconectarse con su aspecto más lúdico, se trabaja con arteterapia, que busca promover bienestar a través de la creación artística, como pintura o manualidades. Cuando se trabaja en grupo, se vuelve además una estrategia para devolver a los jóvenes a lo social, “porque a veces con la enfermedad se van alejando de su grupo de pares y ya no pueden realizar ciertas actividades que antes eran significativas”. Así, sirve para motivarlos y generarles redes de apoyo, pudiendo expresar sus temores e intereses en un contexto protegido, donde no se sienten juzgados.
La creación de un grupo de Whatsapp entre pacientes jóvenes atendidos por la UMI ha sido otro tipo de intervención utilizado: “Ha tenido buenos resultados ante la necesidad de estar con un par que está viviendo lo mismo, pero no necesariamente por ello van a hablar de la enfermedad, sino de cualquier tema cotidiano, como las conversaciones sociales que se pueden tener en el colegio o en una fiesta. Se hizo fundamentalmente con pacientes hematológicos que tienen largas hospitalizaciones y presentan dificultades para poder relacionarse con otros pares en la frecuencia que lo hacían regularmente antes de los tratamientos. Eso genera también un cierto grado de contención y sentido de pertenencia” En cuanto a los padres, se revisan estrategias de cómo abordar a sus hijos: “Como el adolescente quiere hacerse partícipe en las decisiones de cómo desea vivir su enfermedad, se debe trabajar en cómo no ser tan permisivos, pero tampoco tan sobreprotectores”.
Y también es importante brindarles a ellos contención y fomentar su autocuidado: “Ellos son los cuidadores principales, eso también les va generando un desgaste”.

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