Controlar el antígeno prostático y evitar la cirugía

El cáncer de próstata representa un 25% de todos los cánceres diagnosticados cada año, según Globocan 2012. Y su mortalidad va al alza. De acuerdo al Ministerio de Salud, el año 2012 se registraron 2.045 casos con resultado de muerte, en comparación a 2002, en que fallecieron 1.347 hombres por esta causa.

Su incremento progresivo está relacionado con el aumento de la esperanza de vida. Después de los 75 años, el 50% de los hombres tiene un cáncer de próstata no detectable clínicamente, según International Journal of Cancer, lo que plantea una problemática de salud pública y social.

Es una patología que demora años en presentar síntomas, por lo que la única forma de realizar una detección precoz es a través de la evaluación médica y el examen Antígeno Prostático Específico (APE). Por ello, la recomendación es que todos los mayores de 50 años se evalúen anualmente y los hombres con historia familiar de cáncer de próstata comiencen la pesquisa a los 40 años.

Y es que cuando un cáncer de próstata es detectado precozmente, no necesariamente implica un tratamiento convencional, ya sea cirugía, radioterapia externa o braquiterapia. El Instituto Oncológico FALP lleva a cabo hace cuatro años el Programa Vigilancia Activa (PVA), el cual considera la medición sistemática de distintos indicadores y exámenes, como la curva de los niveles de APE en sangre, cambios en la dimensión de la próstata detectados por tacto rectal, biopsias y la incorporación de imágenes de resonancia magnética de próstata multiparamétrica, la cual permite una evaluación precisa de la enfermedad en forma estructural y funcional.

¿Quiénes califican para llevar un seguimiento controlado de su enfermedad sin someterse a los tratamientos convencionales? “Las estadísticas internacionales indican que hasta el 50% de los pacientes diagnosticados precozmente califican para PVA, y en 5 años de seguimiento, el 77% de los pacientes mantiene el estado de su tumor y sólo el 23% requiere de cirugía”, indica el Dr. Iván Pinto, urólogo del Instituto Oncológico FALP. En cuatro años, el Instituto oncológico ha incorporado a 68 pacientes a esta opción con excelentes resultados, pues el 80% no ha necesitado cirugía, radioterapia externa ni braquiterapia.

El especialista explica que muchos de estos cánceres son de bajo riesgo, lo que significa escasas posibilidades de progresar a una enfermedad más agresiva, por lo que es posible considerar esta opción que es menos invasiva y optar por un tratamiento convencional cuando se detectan cambios. “Las diferentes opciones para tumores de estas características incluyen cirugía radical abierta, cirugía laparoscópica, cirugía robótica, radioterapia externa, braquiterapia y terapia focal con ultrasonido de alta intensidad (HiFu)”.

El especialista recalca que la alteración de cualquier parámetro o el deseo de no continuar con el programa, es clave para cambiar hacia un tratamiento radical definitivo.

El desafío –concluye el especialista- es avanzar en diagnóstico precoz y en herramientas genéticas y moleculares que permitan diagnosticar e identificar de forma más precisa el perfil de los tumores. Así se podrá determinar con precisión el riesgo de progresión y agresividad potencial del tumor, para poder ofrecer en forma personalizada las distintas opciones de tratamiento, sin alterar en forma excesiva e injustificada la calidad de vida.

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