Cuando la sexualidad es puesta a prueba

Existe un conjunto de enfermedades que, debido a las incomodidades que causan algunos tratamientos, impactan más directamente en la vida íntima de los pacientes. Por eso, el apoyo de sus parejas es fundamental.

El diagnóstico y tratamiento de cualquier tumor maligno produce angustia, preocupación y molestias que impactan en distintos ámbitos de la vida de una persona, incluida su sexualidad. Pero hay un grupo de cánceres que alteran de manera incluso más directa esta última esfera, si bien no todos le otorgan la misma importancia.

El tema adquiere más relevancia cuando se considera que este conjunto incluye el cáncer de próstata, que en Chile es el más frecuente en hombres, así como los de mama y cuello uterino, en primer y tercer lugar de incidencia entre las mujeres, respectivamente. A ellos se suman los tumores de ovario, endometrio, vulva y vagina.

Problemas físicos y falta de deseo sexual

El Dr. Héctor León, jefe del equipo de Ginecología Oncológica del Instituto Oncológico FALP, explica que los tumores malignos de cuello del útero se dan mayormente en mujeres de 35 a 40 años, y que en muchas ocasiones, cuando se diagnostican en etapas precoces, son de menor tamaño y posibles de extirpar sin necesidad de que la paciente requiera una terapia complementaria: “Ahí prácticamente no hay problemas desde el punto de vista de la sexualidad, salvo si se extirpan los ovarios por alguna razón, con lo que se generarían complicaciones de la post menopausia, como decaimiento, irritabilidad, bochornos, cefalea y sequedad de la vagina. Sin embargo, cuando se necesitan tratamientos como la radioterapia –en particular braquiterapia, que es un dispositivo que irradia directamente la vagina–, se generan efectos mayores. La vagina tiende a estrecharse y, en ocasiones, a acortarse, lo que genera dolor y sangrado durante la relación sexual.

Adicionalmente, la radiación local en la vagina puede producir irritación en la vejiga (conocida como cistitis actínica), que se manifiesta con una hematuria (orina con sangre), o una rectitis actínica”. Según el especialista, en general las mujeres jóvenes que han conservado sus ovarios recuperan su vida sexual de manera más o menos normal pasado un periodo de incomodidad inicial. “Y cuando la vagina queda un poco más corta, si bien esto genera dolor tanto en ella como en su pareja, con el tiempo desarrollan una vida sexual regular”, comenta.

En cuanto a las pacientes con antecedentes de algún cáncer ginecológico que dependa de las hormonas –como podrían ser tumores de ovario y endometrio, más habituales en la post menopausia–, existe la dificultad de que no pueden usar una terapia hormonal de reemplazo que alivie los síntomas propios del climaterio. “Ahí recomendamos pensar en otras alternativas de manejo que tengan que ver con apoyo psicológico, por ejemplo”.

El tratamiento del cáncer de mama genera consecuencias similares. “Cuando hay receptores positivos, la paciente probablemente tendrá que recibir una terapia antihormonas. Con el Tamoxifeno puede sentir bochornos y sequedad vaginal, especialmente. Pero hay medicamentos para mejorar esas molestias, la mujer no tiene por qué vivirlo en silencio”, afirma la Dra. Mabel Hurtado, del equipo de mamas de FALP.

La especialista cuenta que un tercio o menos de las operaciones por cáncer de mama llega a ser una mastectomía total y que normalmente el trabajo de reconstrucción se hace de inmediato. Este es un proceso que requiere al menos de dos intervenciones y que muy probablemente incluye retocar la otra mama para lograr una similitud entre ambas. “En FALP y otras instituciones, al hacer cirugía oncoplástica, podemos incluso mejorar el estado de las mamas.

Se puede sacar el tumor y hacer reducción mamaria, por ejemplo”, añade. También comenta que es muy posible que la sensibilidad de la mama reconstruida ya no sea la misma: “La mujer tiene que aprender a vivir su sexualidad de una manera distinta”.

En tanto en el cáncer de próstata, los tratamientos impactan directamente en la capacidad de los hombres de lograr una erección apropiada para tener relaciones sexuales. “Hoy en las cirugías siempre el primer objetivo es tratar de curar el cáncer, pero hay una preocupación especial por preservar una sexualidad adecuada para el paciente, porque sabemos que es parte de la recuperación total de la enfermedad”, asegura el Dr. Camilo Sandoval, jefe del equipo de urología oncológica de FALP. “Operamos con técnicas mínimamente invasivas que permiten que los pacientes reanuden más rápidamente su sexualidad. Se sabe que la mayoría de los que se operan tendrán problemas inicialmente, pero se van a recuperar con un buen apoyo médico. Y existe un grupo con cánceres más avanzados en los cuales los tratamientos van de la mano con un bloqueo hormonal. En ellos se produce un deterioro en la capacidad de erección y también en el interés en la vida sexual”.

A pacientes con tumores muy iniciales y pequeños, se les plantea la opción de ser sometidos a una vigilancia activa: “Si sabemos que con su cáncer tienen una expectativa de vida más larga que su expectativa de vida natural, y si ellos están de acuerdo con un seguimiento muy estricto, se puede postergar el tratamiento hasta el momento en que sea realmente necesario, el que podría no llegar”.

Problemas de pareja

“Tengo la sensación de que un cáncer es una especie de test de esfuerzo para la pareja”, afirma el Dr. León. “Las que lo enfrentan y lo soportan van a seguir juntas, independiente de que tengan vida sexual o no. El problema es hacer estas terapias en gente muy joven, que tiene como base de su relación la actividad sexual. He visto mujeres que la primera vez que vienen ingresan con su pareja, la segunda vez ésta espera afuera y la tercera vez ya no hay”. Luego, en la etapa de los controles, pocas pacientes llegan acompañadas. “El problema es que el marido asume que la esposa tenía una enfermedad, se la trató y ahora está sana, entonces no entiende por qué no puede tener una actividad sexual como la de antes. Hay que explicarle. Eso se resuelve conversando”.

A la Dra. Hurtado le ha tocado presenciar la misma situación: “Vemos muchísimas separaciones: a la primera consulta vienen con el marido o pololo y cuando terminan los tratamientos vuelven solas. Si no tiene buen apoyo, la mujer va a estar más angustiada, más mal genio y probablemente va a producir una lejanía en su relación. Muchas veces por la quimioterapia anda cansada, pierde las ganas, puede sufrir dolor y molestias, y eso hay que trabajarlo bien con la pareja. Ojalá vinieran para explicarles lo que significa”.

El Dr. Sandoval relata que los pacientes guardan silencio sobre problemas sexuales que pueden estar teniendo: “Si les duele la herida operatoria, lo describen, pero cuando ya hacen su vida normal, aunque con problemas para tener relaciones una vez a la semana, eso no necesariamente va a salir en la conversación a menos que uno lo interrogue de manera directa. El rol de uno es preguntar”. A veces, esas consultas llevan a descubrir que incluso antes de la operación no existía una vida sexual. “Hay muchas parejas de 65 años que están bastante cómodas y el que la erección del hombre no se logre igual que antes no produce un deterioro en su relación”, dice.

Soledad, vergüenza, deterioro de la imagen

El Dr. Sandoval explica que no sólo el bloqueo hormonal hace que los pacientes que enfrentan un cáncer de próstata reduzcan su interés en la vida sexual: “Están la angustia que produce el diagnóstico, el dolor perioperatorio y la necesidad de realizar procedimientos incómodos. Tratamientos médicos y en algunas oportunidades apoyo sicológico permiten que la recuperación después de la cirugía se produzca más rápidamente. Al cabo de tres a seis meses, gran parte de los pacientes ha logrado retomar una vida sexual regular”.

La Dra. Hurtado ha visto cómo un cáncer de mama afecta la imagen que tiene la paciente de sí misma por dos razones: “Primero porque están asociadas a la maternidad y la lactancia, y eso la va a afectar si es que son relevantes para ellas, y también pasa que nuestra sociedad mira las mamas como parte de lo sexualmente atractivo de la mujer. El soporte del médico, del sicólogo y la familia es importante porque le va a dar sostén a una paciente que, por el solo diagnóstico de un cáncer va a tener miedo, y además sufre por una muerte de la autoimagen”. Esto se ve intensificado por el efecto de los tratamientos complementarios: “Todas las quimioterapias de mama producen caída del pelo, aspecto que la mujer generalmente cuida mucho. Cuando la imagen está deteriorada, tampoco tiene deseo, se esconde. Si no está bien apoyada y no lo comparte con su familia y su pareja, siente vergüenza, miedo, cree que todas las mujeres son más lindas que ella”.

Además, están los casos en que las pacientes deben esperar por la reconstrucción de su mama: “Una mujer me contaba que se desvestía con la luz apagada para no mirarse. Imagínate si iba permitir que su pareja la viera. Pero cuando ese procedimiento ya se realiza, es súper gratificante porque regresan con el pelo más arreglado, maquilladas, más delgadas, evidenciando un cambio interno que se provocó al reposicionar algo que se sentía perdido”.

Te invitamos a revisar la publicación de este artículo en la edición impresa de El Mercurio.

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