“Ingresar a un estudio clínico fue una de las mejores decisiones de mi vida”

Roxana Henseleit se trató en el marco de un ensayo clínico que le ha permitido tratar exitosamente las metástasis de un cáncer cervicouterino.

Roxana Henseleit es buena conversadora. Esa manera franca y acogedora de expresarse, que tan naturalmente surge en ella, logra conectarla con las demás personas, por lo que no resulta extraño saber que, después de ejercer varios años como relacionadora pública, estudió Orientación en Relaciones Humanas y Familia y trabajó en mediación familiar. Luego, tomó un rumbo laboral diferente y se incorporó al Banco Estado, con la misión de solucionar reclamos de los clientes.

“En eso estaba en 2017: trabajando y haciendo mi vida, con mi hija -de 13 años en ese entonces- y mi esposo. Yo tenía 49 años y pensé que me estaba llegando la menopausia porque empecé a tener episodios de sangrado irregulares. Fui al médico, él detectó algo en una ecografía y me derivó a un gineco oncólogo. Después de hacerme todos los exámenes posibles y un cono, ese especialista confirmó que era cáncer cervicouterino y me dijo: Si esto le pasara a mi esposa, mi recomendación sería ir a FALP, sin ninguna duda”, recuerda.

Roxana siguió su consejo. En FALP se sometió a una cirugía para extirpar ganglios que había comprometido el cáncer; luego, realizó tratamiento de quimio y radioterapia. Los exámenes de control posteriores mostraban que la enfermedad había quedado atrás, pero a fines de 2018, aparecieron unos nódulos en sus pulmones, que resultaron ser metástasis del cáncer anterior. Y tras una operación en que se extirparon los nódulos del pulmón derecho, se abrió una ventana inesperada para ella: ingresar a un estudio clínico con nuevas drogas para tratar las metástasis restantes.

Después de confirmar que cumplía con los parámetros exigidos por el estudio, informada de sus detalles y convencida de que era la mejor opción para ella, comenzó con su innovadora terapia. Primero fueron largas sesiones de quimioterapia y, a continuación, inmunoterapia.

“Cada vez que me conectaban a mi catéter, yo decía ‘en FALP me entregan vida, agradezco la vida que me están pasando’. Y mi evolución ha sido fantástica, casi todos los nódulos desaparecieron y el último es cada vez más pequeño. Mi especialista dice que la posibilidad de que el cáncer vuelva es muy baja”, cuenta.

A la par de su terapia oncológica, Roxana comenzó a experimentar otro tipo de bienestar: “A través de mi trabajo, yo ayudaba a que otros encontraran su centro, a que se llevaran mejor con alguien, incluso les otorgaba soluciones. Pero creo que me había desconectado de cosas que me hacen feliz, como la naturaleza. ¡Ahora subo cerros! Durante el tratamiento hacía meditación, yoga, quería decirle a mi cuerpo que estaba viva. Cuando voy a FALP me pongo a conversar con las personas, a veces les pregunto qué les hace feliz y es habitual que les cueste responder eso. Yo trato de aportar desde lo que he vivido. Este ha sido un camino duro, triste y solitario a veces, pero enriquecedor. Me di cuenta de que soy valiente y jugada, que me atrevo”.

El 6 de junio de 2019 -Roxana lo recuerda muy bien- fue la fecha en que comenzó a tratarse en un estudio clínico. Hoy está segura de que no se equivocó.

“Ha sido una de las decisiones más importantes de mi vida: la primera fue tener a mi hija, y la segunda, esta. Sin lugar a dudas, hice la elección correcta”, afirma.

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